16 noviembre 2013

Explicación científica, cómo reacciona el cerebro y sus consecuencias al dejar llorar a un bebe

Explicación científica, cómo reacciona el cerebro y sus consecuencias al dejar llorar a un bebe


 El dejar llorar a los bebes puede ocasionar graves lesiones cerebrales pudiendo impedir el correcto desarrollo de diferentes zonas importantes sobre todo la zona que se encarga de la parte emocional, esto lo sabemos con certeza gracias a la ciencia que desde hace unas décadas viene estudiando el cerebro de grandes y pequeños. A continuación les dejo un extracto de una de las partes más impactantes del libro de la psicóloga clínica infantil y psicopediatra Rosa Jové “Dormir sin lagrimas” donde nos explica que ocurre en el cerebro del pequeño cuando tratamos de educarle dejándole llorar.
¿ Qué ocurre cuando se aplican estos métodos ?
 Cuando dejamos a un niño solo en su habitación, sobre todo si es un bebé, se asusta, sus padres no están cerca y no sabe qué va a pasar. Ante esta situación de stress el cerebro responde liberando las hormonas del stress por excelencia que son la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas impactan sobre áreas del cerebro que rigen las emociones a lo largo de nuestra vida y el lenguaje. Como consecuencia los niños que no son atendidos lloran hasta que estas áreas se colapsan. Como el cuerpo no podría aguantar durante mucho tiempo esta situación, para contrarrestar se liberan una serie de sustancias ( endorfinas, serotonina, opiáceos ) que provocan una bajada del stress ( recibe un chute de tranquilizantes naturales ). Además cuando hay niveles altos de cortisol y de serotonina se produce el vómito involuntario, es falso que los niños se provoquen el vómito para llamar nuestra atención. Por lo tanto si tenemos en cuenta que para el niño la hora de dormir había llegado y probablemente haya pasado, que lleva llorando mucho rato y está agotado y además acaba de recibir un “chute” de opiáceos, es normal que caiga rendido y se duerma, pero no porque haya aprendido nada, simplemente está auto drogado. Esta es la base de los métodos conductistas, provocar un shock neuroemocional en el niño y precisamente por eso funcionan mejor cuanto más pequeño es el niño porque más miedo tienen. 
¿ Qué secuelas quedan a corto y largo plazo ?
 El niño aprende que nadie le va a hacer caso, que sus necesidades no merecen ser atendidas y por eso dejan de llorar, pero no porque no necesiten a sus padres. El hecho de colapsar repetidamente la amígdala puede provocar niveles anormales de serotonina y esto se relaciona con depresión, violencia, baja autoestima, ansiedad, síndrome de estrés postraumático.. Además los niveles altos y mantenidos de cortisol pueden ser tóxicos para el cerebro llegando incluso a provocar pérdida neuronal.. Por otra parte estos niños aprenden a dormirse con un chute de opiáceos y serotonina y seguirán necesitando esta dosis par dormir. Suelen ser niños que necesitan estresarse para provocar el subidon de adrenalina y el posterior subidon de serotonina y opiáceos. Asocian dormir con estrés mientras que un niño acunado, atendido, asocia dormir con relax y a la larga sabrá dormir solo. Rosa Jové “Dormir sin lagrimas”.
 También tenemos otra explicación extraordinaria sobre este tema que vale la pena compartir y es la que describe Armando http://elmundodearmandilio.blogspot.com/2008/11/el-cerebro-del-beb-de-eduard-punset.html del documental de Eduard Punset con la psicoterapeuta Sue Gerhardt autora del libro “Why love matters”
 La conclusión inicial que se extrae de lo comentado por Sue Gerhardt es que “hay que ocuparse de los bebés”, ya que “no (les) logramos dar suficiente importancia”. Hacemos caso de los consejos que nos incitan a descuidar los llantos de los bebés, a hacerles esperar para que aprendan “que en la vida no lo van a tener todo”. Lo hacemos pensando que les estamos educando y haciendo un bien, creando a una persona con fuerza psíquica suficiente para luchar contra los pormenores de la vida, contra las dificultades de la edad adulta. El problema es que estamos anticipando los hechos y estamos creando problemas e insatisfacciones a unas personitas que no están preparadas para gestionarlas y superarlas. En resumen, dejando huella en esta primera infancia que “es en realidad la base de la salud mental”.
 Los bebés nacen con un cerebro inmaduro por cuestiones de espacio. De esperar más tiempo a que ese cerebro estuviera totalmente maduro la cabeza de los bebés no pasaría por el canal del parto. Es por ello que debe madurar en el exterior, creando nuevas conexiones y creciendo con las vivencias que les aportemos, y lo hace además “a la mayor velocidad de crecimiento que jamás alcanzará. ¡Dobla su tamaño!”Entre los muchos sistemas que se desarrollan desde el nacimiento hasta los dos años están “los que utilizamos para gestionar nuestra vida emocional: la respuesta al estrés, por ejemplo”. Por lo tanto, dado que el cerebro está inmaduro “lo importante es que el bebé no se estrese demasiado. Los bebés no pueden gestionar un estrés excesivo. No pueden deshacerse de su propio cortisol.”
¿Y qué es eso del cortisol?
 El cortisol es una hormona que se segrega en situaciones de estrés. Para que una persona esté emocionalmente estable, debe tener un nivel de cortisol equilibrado. Los bebés no saben qué hacer con él, por tanto, cualquier cantidad de cortisol superior a la que deberían tener es un exceso de estrés que no saben eliminar. El exceso de cortisol activa la amígdala del cerebro, que es el órgano encargado del control de las emociones, emitiendo una señal de alarma de que algo no va bien.
 Si un niño crece con una cantidad de cortisol constantemente elevada, porque le dejan llorar mucho o porque se estresa con facilidad, la amígdala se acaba acostumbrando a ese cortisol sobrante (algo así como cuando oímos un reloj en una habitación y acabamos por no oírlo) y deja de emitir la señal de alarma. Al no haber alarma el cerebro no ofrece una respuesta de gestión a ese estrés y el individuo acaba por no saber manejar esas situaciones que le generan ansiedad.
 Por poner un ejemplo, el Increíble Hulk tiene una mutación genética que ataca a su amígdala y cuando se desencadenan emociones fuertes se transforma, pues no sabe controlarla. El problema no es sólo este, sino que se ha visto que personas que crecen con niveles elevados de cortisol están tan acostumbrados a ello que a menudo tienden a buscar situaciones que les genere cortisol (situaciones estresantes) para sentirse cómodos.
 La pregunta del millón, ¿Se les deja llorar a los niños o no?
 No, si el llanto es fruto de una situación estresante y se puede evitar. Me explico. Los niños lloran por muchas cosas, porque tienen hambre, sueño, porque se caen al suelo, porque un ruido les asusta, porque… No todas las situaciones les producen estrés o miedo, pero sí algunas de ellas. Hay niños a los que dejarles en la cunita solos no les produce ningún miedo o estrés y por tanto no lloran. Hay otros en cambio que se sienten solos, sienten miedo, y lo viven como una situación estresante, y lo expresan mediante el llanto. Hay niños que se sienten estresados a la mínima y que lloran a menudo, y hay otros que pese a estar sólos o sentirse solos, tienen más tolerancia al estrés y no lo manifiestan. Todo depende del niño y repito de nuevo la frase de Sue Gerhardt: “lo importante es que el bebé no se estrese demasiado.”
¿Y como saber qué estresa a un bebé?
 Pues yo diría que con un poco de empatía. Poniéndonos en su lugar y en su inmadura cabecita para entender que los bebés conocen muy poco el lugar en el que viven, nos conocen poco a nosotros y pese a ello nos dan su vida y confían en nosotros porque somos lo único que tienen. Los niños entienden muy poquitas cosas de lo que les rodea y por eso nosotros somos sus brazos, sus piernas, sus oidos, sus ojos y su rincón de tranquilidad cuando los cogemos en brazos. “A los bebés les resultan estresantes cosas relativamente pequeñas. Por ejemplo, para un bebé estar lejos de su cuidador durante demasiado tiempo es muy estresante, ¡porque le va en ello la supervivencia! Un bebé no sabe si sobrevivirá o no: necesita a alguien que le cuide.
” Pero si lo cojo mucho en brazos o estoy todo el día por él, se va a malcriar ¿no?
 Sue Gerhardt comenta que “los niños que tienen unos vínculos afectivos seguros funcionan mejor en la escuela, su rendimiento es superior en todos los aspectos. El tacto está resultando muy importante para el desarrollo. Así que hay que sostener en brazos al bebé, llevarlo a los sitios, tocarlo… todo lo que genere placer, de hecho; porque las pruebas parecen demostrar que las sustancias bioquímicas relacionadas con el placer y con todo lo que genera placer realmente ayudan a que se desarrollen las funciones superiores del cerebro.”
Con respecto a la salud mental, una de las grandes epidemias del momento, que tiene visos de seguir aumentando “la investigación actual demuestra que, en los trastornos de la personalidad, concretamente, todo apunta nuevamente a la primera infancia”. Es decir, lo que suceda mientras el cerebro de un bebé se está formando puede afectar enormemente a la salud mental del futuro adulto, tanto para bien, como para mal. Para acabar, me quedo con una frase de Sue, “la primera infancia es en realidad la base de la salud mental”. Extraído del blog El mundo de Armandillo.
 El cortisol es una hormona que cumple un papel importante para el organimo porque es el que nos permite estar en alerta en momentos de peligro y nos ayuda a actuar sin embargo es perjuducial si lo producimos en grandes cantidades y de forma continuada en el tiempo. Es un tema bastante impactante y la primera vez que leí sobre ello, específicamente del cortisol y sus efectos me sensibilice y caí en cuenta del enorme poder que tenemos en el futuro de nuestros hijos con cosas aparentemente inocuas. Desde ese momento decidí comenzar a escuchar a mi corazón, la crianza es un momento maravilloso y donde tenemos muchas oportunidades de crecer al lado de nuestros hijos ya que ellos son sabios y aun no están contaminados de ideas preconcebidas y nos dicen claramente lo que necesitan en cada momento solo que nosotros no entendemos ese lenguaje y nada mas entendemos la razón, creo que como padres debemos tratar de bajar un poco el escalón y procurar ponernos más a su nivel y así comprenderlos mejor, mas ahora que sabemos lo que realmente ocurre en su cerebros y las buenas y malas consecuencias que esto conlleva



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