28 octubre 2013

Crianza con apego y crianza respetuosa ¿son la misma cosa?

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La crianza con apego parte de la teoría del apego propuesta originalmente por el psiquiatra infantil John Bowlby  quien sostuvo y demostró -a través de estudios y observaciones directas con niños- que la necesidad de contacto, proximidad, mirada, cuerpo, consuelo… satisfechas de manera constante por parte de un adulto significativo que sepa reconocer e interpretar las necesidades del niño, constituye la base del sano desarrollo del ser humano. Difiere del planteamiento de Sigmund Freud, quien estudió la impronta de la infancia a través del adulto mediante el psicoanálisis y no directamente en niños como lo hizo Bowlby. Por otra parte el padre del psicoanálisis califica el deseo de apego del bebé como un producto secundario derivado del deseo de satisfacer la necesidad primaria de llegar al alimento que ofrece la madre (el bebé siente deseo de apego hacia la madre porque sabe que en ella encontrará la fuente de alimento). Bolwby, el padre de la teoría del apego, en cambio, revela y demuestra que al igual que alimentarse, el apego en sí mismo es ya es una necesidad primaria, tan potente y vital para garantizar la sobrevivencia y el desarrollo saludable de los seres humanos.
Somos mamíferos, primates (muy sofisticados pero lo somos) por lo tanto dependemos del contacto piel con piel para sentir afecto y seguridad, sobre todo cuando somos crías completamente carentes de autonomía y muy dependientes para sobrevivir. Estar en contacto permanente con el cuerpo de la madre nos permite sentirnos seguros, a salvo. Sentir la piel, el olor, la voz, los latidos de la madre, es nuestra  garantía de sobrevivencia y es el modo de percibir seguridad, placer, amor, confianza. Un bebé desde el primer momento en que registra una necesidad y hasta que la misma es cubierta,  atraviesa un lapso de experiencia en extremo sufriente, en el cual se llena de estrés y de miedo, porque biológicamente registra amenaza a la sobrevivencia. Por eso la crianza con apego derrumba el mito de que debemos enseñar a los bebés a “tolerar la frustración”, y propone satisfacer de inmediato y continuamente las necesidades del bebé previniendo así que sus niveles de estrés aumenten y perjudiquen su desarrollo cerebral y emocional.
Aunque lo hayamos perdido de vista, somos descendientes de antepasados humanos que llevaban a sus crías todo el tiempo en brazos o colgadas en pareos, dormían con ellas, las alimentaban con pecho durante años, las criaban piel con piel, sin dejarlas llorar, y todo esto porque de otro modo no hubiéramos sobrevivido como especie. Retomar esas prácticas es lo que propone la crianza con apego, porque aunque ya no vivamos en cuevas al acecho de fieras predadoras, sino en hogares más seguros,  los bebés de hoy siguen respondiendo a las mismas características biológicas de los bebés de hace millones de años.
La crianza con apego se inscribe dentro de los principios de la crianza respetuosa, aunque hace énfasis en los primeros años de vida del niño o la niña, durante los cuales atraviesan el período de mayor dependencia de la madre para subsistir. Sin embargo un niño a cualquier edad, según sea la característica de su momento evolutivo, siempre necesita establecer un apego seguro con adultos significativos. Necesita para su sano desarrollo, al igual que comer y respirar, contar con la certidumbre que le prodiga saber y experimentar que hay uno o varios adultos a su cargo, responsivos y en conexión con su alma infantil.
Los principios de la crianza respetuosa podrían resumirse en cuatro aspectos fundamentales, los puntos 2 y 3 se vinculan directamente a la crianza con apego:
  1. Horizontalidad: tratar a los niños como a iguales. No hacer al niño lo que no nos gustaría que nos hicieran.
  2. Empatía: ser capaces de sintonizar con el alma infantil de nuestros pequeños, reconocer y valorar sus necesidades auténticas sin degradarlas a la condición de capricho.
  3. Ser responsivos de inmediato y sostenidamente ante las necesidades, sentires y expresiones del niño.
  4. Límites y disciplina razonable, no punitiva, flexible, democrática, humanizada, respetuosa de los derechos del niño.

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